Hay dos clases de historias de amor: las que después de muchas vicisitudes terminan con final feliz, y las que, a punto de tener un final feliz, terminan con un desenlace trágico. Todo el planeta hoy sabe cómo terminó la historia entre Messi y Argentina.
Y aunque tras la victoria por penales ante Francia, que le permitió a Argentina ganar este domingo su tercera Copa del Mundo, Lionel Messi dijo que quiere jugar unos partidos más con su selección, sus declaraciones anteriores sobre que este es su último Mundial dejan entrever que no habrá otro momento tan importante como este en la relación del rosarino con la albiceleste.
Para funcionar, una historia de amor no debe necesariamente terminar bien.
Si no, pregúntenle a William Shakespeare, y todo lo que "les hizo" a esos pobres Romeo y Julieta: al final los mandó a una tanda de penales, los envenenó y los apuñaló.
Pero si va a terminar bien, la historia de amor necesita de obstáculos. El amor fácil, accesible, no nos gusta. Tenemos que sospechar de que todo se puede descarrilar a último momento para valorar, satisfechos, el beso del