Por Andrés Bonilla
El doctor Jaime David Fernàndez Mirabal, el otrora dinámico, apuesto y gallardo dirigente político, trascendió a la fama nacional previo a las elecciones celebradas en el país en el año 1996, proceso en el que fue elegido vicepresidente de la República, tras acompañar al doctor Leonel Antonio Fernández Reyna en la boleta presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Su perfil político era propio de un líder que caminaba con pasos firmes a alcanzar el “estrellato”, pues tenía una amplia simpatía en los principales organismos de dirección de su organización política, es decir, en el entonces poderoso Comité Político y Comité Central de esa entidad.
En la sociedad se interpretaba al ex senador de Salcedo, hoy provincia Hermanas Mirabal, como la figura “cúspide”, superando incluso, en aceptación y dinamismo a figuras como propio Fernàndez, a Danilo Danilo, Norge Botello, Euclides Gutiérrez Felix, Felix (Felucho) Jiménez y a otros altos dirigentes.
Sin embargo, como paradoja de la vida, su “debacle” comenzó tras el PLD recuperar el poder en el año 200 cuando fue designado, primero ministro de Medio Ambiente y posteriormente ministro de Deportes, funciones en las cuales desarrolló un “flaco” servicio, poniendo de manifiesto su falta de gerencia.
Su frustración se acentuó aún más en enero del 2007 cuando se vio precisado a declinar sus aspiraciones a la presidencia de la República, y en cuya ocasión denunció que su partido era víctima de un proceso de autodestrucción, porque en vez de sus dirigentes estar atentos y esforzándose por el cumplimiento del programa del gobierno, se habían convertido en un obstáculo para el progreso del país.
Con la división del PLD Fernández Mirabal no se fue como lo hizo el expresidente Leonel Fernández y un nutrido grupo de altos dirigentes, él se quedó pero sin poder hacer nada para curar la herida, la cual continúa abierta y por donde sigue brotando “sangre”.
Con la salida del poder del Partido de la Liberación en el año 2020 comenzó a surgir en él un comportamiento muy extraño, tan extraño que muchos especialistas en la conducta humana tratan de buscarle una explicación, sin llegar a ningún tipo de conclusión.
Comenzó grabando videos, que luego colgaba en las redes sociales, uno de ellos deslizándose en un “yaguacil” y otro montando a “caballito de palo”, para continuar con audiovisuales muy peculiares criticando todo el accionar al gobierno, sin tomar en cuenta el respaldo de los diferentes sectores a las medidas oficiales para vencer la pandemia del coronavirus, recuperar la economía y solucionar otros males.
La más reciente producción de Jaime Davíd, quien es siquiatra de profesión y político de vocación, es en respuesta al discurso del presidente Luis Abinader, el pasado 27 de febrero ante el salón de la Asamblea Nacional, quien mediante unas “rimas” improvisadas dice que “el discurso está pasao, está pasao y los precios encaramaos y el bolsillo pelao”.
Todo parece indicar que el hombre, que al parecer aún no asimila la derrota sufrida por el PLD en las pasadas elecciones presidenciales, legislativas y municipales precisa de atenciones especiales, de modo que pueda recuperar el ritmo habitual de un político con visión de futuro y propuestas coherentes en procura del desarrollo de su nación.
La desviación le hace pensar que la construcción de una carretera o un puente, la reparación de un camino vecinal y hasta la ampliación de los programas sociales a favor de los sectores más empobrecidos, son iniciativas negativas de parte del gobierno del Partido Revolucionario Moderno, encabezado por el licenciado Luis Abinader.
Ante tal comportamiento me surgen las interrogantes sin respuestas; ¿que le sucedió? ¿Quiénes son los culpables del desvío de su cerebro? ¿No estaba preparado para ver su partido languidecer y sin posibilidad de recomponerse en lo inmediato? O ¿Piensa que la jocosidad es el mejor accionar para llamar la atención de los dominicanos?.
Como los actos de Fernández Mirabal indican que sus aspiraciones ya no son presidenciales sino que ahora tienes aspiraciones a “loco”, bien harían la Sociedad Dominicano de Siquiatría (SDP), de la cual él es miembro, y el Colegio Dominicano de Psicólogos (Codopsi) asumir su tratamiento, para evitar que de manera imaginaria se monte en un avión no tripulado y en lugar de llegar al Palacio Nacional llegue a un centro para pacientes con demencia aguada.