La Guardia Costera de Estados Unidos, que coordina las tareas de búsqueda del sumergible Titan en aguas del Atlántico norte, ha dado por muertos a los cinco ocupantes del aparato, después de que uno de los robots desplegados en la zona encontrara restos materiales a 500 metros del pecio del Titanic. Los hallazgos, cinco piezas de considerable tamaño, obedecen “a la pérdida catastrófica de presión en la cabina del Titan”, ha explicado John Mauger, vicealmirante de la Guardia Costera, que ha trasladado su pésame a las familias de los fallecidos. Minutos antes del anuncio oficial, OceanGate, la empresa propietaria del Titan, se adelantaba con un mensaje de duelo: “Lloramos la pérdida de las vidas” del equipo, las cinco personas a bordo del sumergible.
El anuncio ha puesto fin a la cuenta atrás para el rescate del pequeño sumergible que el domingo emprendió una inmersión hacia los restos del legendario naufragio. La Guardia Costera ha explicado en conferencia de prensa, después de que los expertos analizaran los hallazgos del robot teledirigido por la nave canadiense Horizon Arctic, que aún es pronto para responder a cuándo se desintegró el minisubmarino. “Los expertos del mando unificado [de búsqueda] están evaluando la información” que proporcionan los restos, ha advertido la autoridad, señalando que los sonidos submarinos detectados el martes y el miércoles en la zona no guardan relación alguna con el Titan. “No parece haber ninguna conexión entre los ruidos y el lugar del lecho marino” donde se encontraron los restos, ha dicho Mauger.
“Estamos agradecidos por la rápida movilización de los expertos en la búsqueda y el rescate del submarino y agradecemos a todas las agencias, así como a su personal, su participación” en el operativo, ha añadido Mauger, subrayando que la recopilación de información continuará para determinar las causas y la hora del accidente. También, de manera prioritaria, la búsqueda para recuperar los cuerpos, aunque el oficial ha reconocido que será una tarea complicada debido a las condiciones meteorológicas en la zona, con tiempo cambiante. Además, “se trata de un entorno increíblemente implacable en el fondo del mar”, añadió. A preguntas de los periodistas sobre el desarrollo de los hechos, el vicealmirante contestó: “Sé que hay muchas preguntas sobre cómo, por qué y cuándo ocurrió esto. Ese va a ser, estoy seguro, el foco de futuras evaluaciones. Ahora mismo, estamos centrados en documentar la escena”.
Antes de localizarse los restos que apuntan a la desintegración del aparato, el plazo estimado de supervivencia a bordo del minisubmarino Titan se había cumplido a las 7.08 de este jueves (hora local, mediodía en la España peninsular). El habitáculo, de escasos 6,5 metros, disponía de aire respirable para 96 horas, un margen que la víspera multiplicó las labores de búsqueda pese a la complejidad del rescate, en un área con una extensión similar a la Comunidad Valenciana o dos veces el Estado de Connecticut.
Los sonidos submarinos detectados por aviones de reconocimiento el martes y el miércoles, incluidos ruidos de golpes, llevaron a reenfocar e intensificar las labores de búsqueda, aunque el análisis de esas señales no arrojó resultados concluyentes. La Guardia Costera había declinado el miércoles pronunciarse sobre el final de las tareas de búsqueda para rescatar a los cinco ocupantes del minisubmarino, un estadounidense, un francés y tres británicos, dos de ellos, padre e hijo, de origen paquistaní. “Mientras está en marcha una operación de búsqueda y rescate, hay esperanza”, declaró el capitán Jamie Frederick, portavoz de la Guardia Costera, en Boston.
La agónica búsqueda del Titan se concentró en la zona donde se detectaron los sonidos. Aunque el portavoz confirmó que no sabían lo que significaban los ruidos, no abandonaban la esperanza de hallar el aparato y poder rescatar a sus ocupantes. De hecho la operación de búsqueda y salvamento se amplió el miércoles, con la incorporación de buques de Canadá, Estados Unidos, Noruega, Francia y especialistas de la Armada estadounidense y de la Royal Navy, la Marina real británica.
En total, participaron en la operación 10 embarcaciones, apoyadas por tres aviones C-130 del ejército de EE UU, para peinar una superficie de 20.000 kilómetros cuadrados y una profundidad de casi cuatro kilómetros, mientras desde el aire aviones surcaban el cielo en busca de cualquier rastro visible o invisible. Casi 72 horas de esfuerzos contra reloj en pos de la aventura de una compañía privada, OceanGate, sobre la que arrecian las críticas por la falta de homologación del aparato y los riesgos “de menores a catastróficos” que planteaban sus “misiones de investigación” del fondo marino, como la compañía calificaba las inmersiones, rechazando de plano la definición de turismo extremo para ricos. Cada pasajero debía desembolsar unos 250.000 dólares (unos 230.000 euros) por viaje.