Despectivamente descrita en ocasiones como «partidocracia», la comunidad dominicana de banderías lanzadas a la competencia electoral sigue a la carga en busca de prosélitos sin que hayan cesado (más bien se extienden) las valoraciones que mediáticamente resaltan los perfiles negativos de algunas organizaciones con generalizaciones en perjuicio de entes que merecerían ser vistos como excepciones a la regla.
Este lustro comenzó (2021) con mediciones de aceptación ciudadana que colocaban a los partidos con un 24% de opiniones favorables por debajo de otras instituciones como la Iglesia y las Fuerzas Armadas. ¿Cuál sería su realidad ahora? El pregón de liderazgos partidarios es recibido en espacios de opinión con críticas al predominio de pronunciamientos descalificadores, hiperbólicos y categóricos que parecen dirigidos a las emociones de quienes los escuchan y no a su capacidad de raciocinio.
Las plataformas digitales caracterizadas por contenidos que rinden culto a la superficialidad al formular insinuaciones y acusaciones débilmente sustentadas, parecen trazar la tónica del debate.
Además se reprocha el vacío, o al menos la falta de énfasis, en propuestas creíbles para la solución de problemas nacionales. Dinamitas verbales estallan en una liza de escasa sustancia. Una preocupante involución de prácticas políticas fue enfocada por el sociólogo Wilfredo Lozano a partir del vacío causado por la desaparición de líderes históricos.
Juzgó, en texto publicado dos años atrás, que el país ingresaba en una etapa del que hacer partidario en la que se perfilaba una crisis del sistema que más adelante los hechos podrían confirmar aunque en ese momento los partidos lucían relativamente fuertes.
Con posterioridad -agregamos- divisiones y acusaciones de corrupción hicieron caer, con severa pérdida de apoyo ciudadano y de principalía, a por lo menos dos de los más fuertes partidos tradicionales.
Un poco después de este vaticinio, Bernardo Vega, escritor, economista e historiador, aportó datos sobre la realidad de las organizaciones políticas verificados por la agencia que él representa en el país en el sentido de que: «hoy día, tal vez por ausencia de doctrinas políticas, un 65 por ciento de los encuestados dijo ser independiente; es decir, que no pertenecían ni simpatizaban con partido alguno cuando en 1981, al yo comenzar a hacer encuestas, esa proporción apenas llegaba a un 7 por ciento». Un auténtico desplome.
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CRÍTICAS A PARTIDOS
El efecto retardatario que a la función legislativa parecían imprimir intereses partidarios en temas que les afectaban fue denunciado en anticipación a la presente campaña electoral por la Fundación Institucionalidad y Justicia que veía en peligro desde un año antes, el éxito del proceso en el 2024 porque el sectarismo congresual impedía la aprobación puntual de reformas imprescindibles a la Ley de Partidos previamente consensuada.
Casi al mismo tiempo la politóloga Rosario Espina, reconocida analista en las páginas de este diario, diagnosticaba que el sistema de partidos políticos de la República Dominicana se encontraba en un estado de gran debilidad al que había que poner atención para evitar futuras crisis, al tiempo de denunciar algo declarado por los liderazgos pero negado por la realidad: cinco partidos del sistema dominicano decían tener 4.4 millones de afiliados, lo que en ese momento duplicaba el segmento demográfico con derecho al voto. ¿Estarían conscientes de que mentían?
José M. Santana, economista-investigador asociado del profesor Noam Chomsky, tras tomarse el trabajo analizar el panorama político dominicano escribió que «La democracia contemporánea enfrenta múltiples desafíos. Uno de los principales indicadores de esta transformación es la difuminación de la identidad ideológica de los partidos y el incremento exponencial de los costos de participación política, especialmente en países en vías de desarrollo como la República Dominicana». Más gastos sin progresos institucionales.
En nota de divulgación de criterios emitidos en un foro patrocinado en el país por la Fundación Friedrich Ebert se pudo leer, en saldo desfavorable a los liderazgos nacionales, que «el clientelismo se ha generalizado en la política dominicana como mecanismo hegemónico por medio del cual se articula el proceso de construcción de la legitimidad del régimen político».
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DURAS OBJECIONES
El criterio que más sostenidamente ha emitido Participación Ciudadana, entidad civil representativa del análisis político, es el de que «varios partidos» incurren en prácticas que fomentan el sistema clientelista. Les enrostró, sin mención de siglas, la falta de aplicación de mecanismos para impedir que personas acusadas de corrupción, negocios ilícitos y otras violaciones a las leyes sean elegidas en posiciones gubernamentales. Consideró que «seguimos arrastrando los vicios de la política malsana y del sistema político clientelar.»
Este diario HOY se sumó recientemente a las preocupaciones que generan posiciones asumidas por partidos políticos, esta vez enfatizando que: «los partidos en desventaja electoral suelen apelar, en la experiencia dominicana, al recurso de atacar a la Junta Central Electoral y lo hacen, como ocurre con las encuestas, con el objetivo de restarle credibilidad ante la opinión pública. Es un juego malvado que afecta mucho la legitimidad de la democracia».
El columnista de prensa escrita, de relieve en otras área de la comunicación, Cristian Jiménez, lamentó esta semana que «en el siglo veintiuno los partidos políticos repitan el mismo libreto: acoso y derribo contra la Junta Central Electoral. Inexplicable es la palabra que asoma pero ese comportamiento tiene la lógica del mal perdedor o de quienes dudan del posible éxito o temen del poder del Estado con amplios conocimientos de causa». Le llamó la atención que el expresidente Danilo Medina afirmara que «todas las encuestas están compradas por el Gobierno».
Desde su espacio de análisis y opiniones en el Listín Diario, Federico Jóvine Rijo destacó la ambivalencia de liderazgos políticos a propósito de la controversial Ley 1-24 que crea la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), advirtiendo que al aprobar la ley y luego lanzarse a criticarla: «La oposición no saldrá mejor de lo ocurrido, pues no solo evidencia incoherencia sino también cinismo. Sin los votos favorables de algunos diputados de la FP y el PLD y de algunos senadores de la FP, habría sido imposible aprobarla».
EN EL MISMO SACO
Oxfam, una coalición Internacional de entes no gubernamentales e independientes, ha opinado que tras medio siglo de predominio sobre el Estado dominicano, a tres partidos tradicionales no se les podrían reconocer éxitos contra una desigualdad social extrema y les atribuyó la condición de «secuestradores de la democracia». Desde su tribuna República Dominicana ha sido descrita como uno de los países más desiguales en la distribución del ingreso «en la región más desigual del mundo». Aquí persiste, a su juicio, una «concentración extrema de riqueza y poder».
Con la enfática pregunta ¿Para qué 34 partidos? como título de un reciente análisis en las páginas de HOY, la politóloga Rosario Espinal pareció interesada en demostrar que las organizaciones minoritarias del país también se autodescalifican ante la opinión pública. Afirmó: «La existencia de tantos partidos pequeños no es sustento de la democracia. Es parte del clientelismo y el divisionismo político. La inmensa mayoría de esos partidos no representan ideologías específicas y aun los que dicen tenerla, cuando se acercan las elecciones se alían con quien puedan».
Las alianzas con arrimo a los más grandes son referidas en su artículo con implícita objeción a las organizaciones mayoritarias por sus cíclicos ensamblajes para hacerse o mantenerse en el poder creando «coaliciones variopintas para proyectar fortaleza en la campaña y lograr predominio en las boletas». 34 partidos están actualmente con registro legal en la Junta Central Electoral. «A través de los años el número de partidos ha aumentado pero casi todos se quedan pequeñitos».
Sostuvo que se alían a los grandes «para mantener su registro y obtener beneficios si están en el Gobierno y luego no hay forma de que desaparezcan». En los comicios del 2020, de 27 partidos solo tres sacaron más del 5%. Desde otros espacios de opinión se ha criticado el aumento en gastos electorales desde el año 2000. En promedio crecieron hasta la fecha en un 200%. «Este crecimiento exponencial en el costo de la participación política ha implicado una mayor dificultad para que nuevos actores entren en la arena política».