El inconsecuente relato de las élites haitianas
PorRedaccion
noviembre 3, 2024
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Por Nelson Marte
Cuando la solidaridad dominicana hacia los haitianos ha alcanzado niveles insostenibles para la seguridad, las finanzas y los servicios que presta a su gente el estado nacional, y nuestro gobierno aplica la ley para que la inmigración haitiana no se salga de control, las élites del vecino país avivan sus viejas malquerencias contra la República Dominicana.
En una reciente reunión celebrada por el Consejo Permanente de la OEA, el embajador de Haití, Gandy Thomas, pidió a la OEA “reconocer esta política de deportación (son repatriados ilegales) como lo que es, una campaña discriminatoria dirigida contra los haitianos por razón de su nacionalidad y color de su piel”.
La canciller haitiana, Dominique Dupuy, hizo una campaña en círculos de poder de Washington con esas y nuevas acusaciones contra nuestro país en la que se nos acusa de desatar “una cacería de haitianos”, mientras otros altos funcionarios nos atribuyen realizar “una limpieza étnica”, de haitianos en nuestro país, acusación absurda y perversa.
Las élites haitianas, su clase política, empresarios y, claro, sus bandas criminales y delincuentes de cuello blanco -y de cuello oscuro- son los únicos responsables de la inviabilidad a que ha llegado su país.
Se trata de un fenómeno de viejísima data, para no decir histórico, pero que en los últimos tiempos ha hecho metástasis de ingobernabilidad, llevando a los haitianos a salir huyendo de su país hacia donde puedan llegar.
Las élites haitianas tratan de engañar a su pueblo, inyectándole odio para que crean que son otros, especialmente los dominicanos, los responsables de las desgracias de su gente humilde.
Tratan de ocultar así que la pobreza haitiana se origina en que sus élites hacen fortuna con el monopolio comercial, el tráfico de armas y de drogas y hasta con la ayuda humanitaria donada al pueblo haitiano.
Son esas élites las que han creado regímenes abusivos y explotadores, quienes han sumido al pueblo haitiano en una profunda oscuridad y cerrado las oportunidades de que ese pueblo hermano pueda vivir con dignidad en su país y no tener que salir huyendo de allí en primer lugar hacia República Dominicana.
Huyen de la inequidad, la desigualdad y los abusos impuestos históricamente en su país por unas élites que se reparten los frutos y beneficios que ha dado la tierra, mientras sojuzgan al pueblo a sangre y fuego.
Como advertía un reportaje de New York Times en julio del pasado año “las élites políticas y empresariales del país han apoyado a pandillas competidoras para lograr sus propios objetivos, eliminando cualquier apariencia de una nación funcional”.
En las repatriaciones y en el control de la inmigración ilegal haitiana debemos enfatizar, como es interés del gobierno, en respetar religiosamente los derechos humanos y adoptar una política de cero maltratos.
Al tratar de evadir su responsabilidad por haber hecho de Haití un estado fallido, las élites haitianas no reconocen las cargas que soportamos los dominicanos financiando salud y educación a sus compatriotas, pese a que como país subdesarrollado tenemos aún déficits en esas áreas, a lo que se agregan los problemas de seguridad que también ocasionan aquí los haitianos.
Tan evasivas son las élites haitianas que no le agradecen al presidente Luis Abinader haber gestionado que el Consejo de Seguridad de la ONU y la comunidad internacional se interesaran, por fin, en empezar a buscarle solución a la violencia de su país, en lo que ya están colaborando varios países.
Y nunca han agradecido al ex presidente Leonel Fernández haber permitido el desmadre de la invasión de sus inmigrantes ilegales al país en sus gobiernos de 2004 a 2012, como muestran encuestas de FLACSO y la Oficina Nacional de Estadísticas.
No sólo no le agradecieron a Leonel, sino que en cambio lo obligaron a salir huyendo, tras atacarlo con intenciones criminales en Haití el 12 de diciembre del año 2005, donde había ido a corresponder una invitación de Gerald Latortue, entonces primer ministro de su país.
Las élites haitianas deben ser consecuentes con su pueblo, dedicándose a cooperar con las fuerzas internacionales que ayudan a su policía a pacificar el país, en vez de jugar a victimizarse frente a un pueblo como el nuestro, que sólo ha sabido ser solidario con las penurias de su pueblo.