El ideólogo de la nación dominicana rechazó planes entreguistas que involucraban a Francia, España, Estados Unidos e Inglaterra. Defendió, en todo momento, la idea de la independencia pura y simple.
Con la misma vehemencia con la que se dedicó a la labor revolucionaria que dio origen, en 1844, a la República Dominicana, Juan Pablo Duarte se opuso a los planes proteccionistas o anexionistas que involucraban a grandes potencias de su época. El Padre de la Patria, de cuyo nacimiento se cumplen este 26 de enero 211 años, conspiró contra el gobierno de la ocupación haitiana, e, igualmente, encaró a grupos que pretendían entregar el territorio nacional, total o parcialmente, a Francia, España, Estados Unidos o Inglaterra.
En su propuesta de Constitución o Ley Fundamental, el hijo más ilustre de Juan José Duarte y Manuela Díez establecía que la República Dominicana no debía ser “parte integrante de ninguna otra nación”, que debía ser una “nación libre e independiente de toda dominación, protectorado, intervención e influencia extranjera”.
Y a lo largo de su accionar público, mostró fidelidad a esa visión y al juramento que hiciera al fundar La Trinitaria, que le obligaba a luchar no solo por la “separación definitiva del gobierno haitiano”, sino también a trabajar por una nación libre “de toda dominación extranjera”.
No bien daba la naciente república sus primeros pasos de vida independiente en 1844, cuando el patricio se opuso a las intenciones entreguistas de la facción conservadora dentro de la Junta Central Gubernativa. Su amigo Juan Isidro Pérez lo destaca en una carta que le escribiera en 1845, y en la que recuerda que Duarte fue “el único vocal” del órgano de gobierno que, “con una honradez a toda prueba, se opuso a la enajenación de la península de Samaná”.
El propio Duarte rememora aquella postura veinte años más tarde en una misiva en la que afirma que, luego de proclamada la independencia nacional, se pronunció contra el protectorado francés (del que eran partidarios hombres como Tomás Bobadilla, quien se había declarado públicamente en favor de esa alternativa), y contra el intento de cesión a Francia de la península de Samaná.
Esa no fue la única oportunidad que tuvo de mostrar su nacionalismo. Enterado de que Pedro Santana (uno de los caudillos detrás de su destierro en 1844) había anexado la República Dominicana al reino de España, Duarte no duda en salir de su ostracismo en Venezuela. En marzo de 1864, y tras veinte años de exilio, regresa a su patria para ponerse al servicio del Gobierno Restaurador con asiento en Santiago, resuelto a correr “todos los azares y vicisitudes”, “los riesgos y peligros”, que pudiera acarrearle dicha causa (finalmente, el Gobierno le encomienda regresar a Venezuela para recabar fondos y armamento para la revolución).
Tal proceder evidenció, una vez más, coherencia con su ideal de independencia pura y simple. No importó que, esta vez, los dominicanos se alzaran contra la tierra de donde era natural su padre, el comerciante español Juan José Duarte, y en la cual el propio Padre de la Patria había residido y estudiado en sus años mozos.
Por si quedan dudas de su compromiso con la soberanía nacional, remite al ministro de Relaciones Exteriores una carta en la que reprueba tanto a proteccionistas franceses como a anexionistas americanos y españoles, y advierte contra el curso que podrían tomar los acontecimientos en vista del camino por el que se encaminaba la política internacional de Francia, España, Inglaterra y Estados Unidos.
“Protesto y protestaré siempre –reza el documento fechado el 7 de marzo de 1865–, no digo tan solo a la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquiera otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra independencia nacional y cercenar nuestro territorio”.