
Se trata de un mal que se desplaza sin castigo día tras día, favorecido por factores que van desde la informalidad y la falta de regulación hasta la tolerancia, e incluso la complicidad de las propias autoridades.
Con miles de motocicletas convirtiéndose en una peligrosa presencia dominante en calles y avenidas, el Gran Santo Domingo enfrenta un desafío creciente que pone en jaque la seguridad vial y la tranquilidad de sus ciudadanos.