
La fibropapilomatosis, una enfermedad viral transmitida por sanguijuelas marinas, fue reportada en siete tortugas verdes la última semana en la costa norte del país
En la última semana, la costa norte de la República Dominicana se convirtió en escenario de un hallazgo que enciende las alertas en la comunidad científica y conservacionista: siete tortugas verdes juveniles fueron encontradas varadas entre Montecristi y Samaná.
Cuatro de ellas llegaron sin vida, mientras que tres lograron ser rescatadas y trasladadas al Acuario Nacional de Santo Domingo. Todas presentaban fibropapilomatosis, una enfermedad caracterizada por la presencia de tumores que, en algunos casos, pueden alcanzar una severidad extrema y comprometer seriamente la vida de los animales.
La fibropapilomatosis es una enfermedad viral asociada al Chelonid alphaherpesvirus 5 (ChHV5) y, aunque el virus ha estado presente en poblaciones de tortugas marinas desde hace décadas, no en todos los individuos se manifiesta de la misma manera.
Los tumores pueden aparecer como masas carnosas de aspecto verrugoso y tonalidades que van del rosado al negro, creciendo en zonas blandas como el cuello, las aletas, los párpados o incluso en órganos internos.
Estas formaciones dificultan la natación, la visión y la alimentación, reduciendo la capacidad de las tortugas para sobrevivir en el mar. En casos graves, como el de una de las tortugas rescatadas, los tumores cubren gran parte de la cabeza, bloqueando los ojos y limitando funciones básicas.
El papel de las sanguijuelas
Un aspecto clave para entender esta enfermedad es el papel de las sanguijuelas marinas del género Ozobranchus, en particular Ozobranchus branchiatus. Estas sanguijuelas son ectoparásitos especializados en tortugas y viven adheridas a su piel.
El ciclo comienza cuando las larvas buscan un huésped, generalmente en áreas costeras donde las tortugas juveniles pasan más tiempo alimentándose o descansando. Una vez adheridas, perforan la piel para alimentarse de sangre y fluidos, generando pequeñas lesiones.
Es en ese proceso donde, según investigaciones realizadas en Hawái y Florida, podrían transmitir de manera mecánica el virus asociado a la fibropapilomatosis. Se ha comprobado que estas sanguijuelas portan cargas virales muy altas y, por eso, se las considera vectores potenciales del virus.
¿Por qué unas tortugas enferman y otras no?
Ahora bien, no todas las tortugas que entran en contacto con las sanguijuelas desarrollan tumores. La diferencia radica en factores como la fortaleza del sistema inmunológico, la edad del animal y las condiciones ambientales a las que está expuesto.
Tortugas con defensas sólidas pueden portar el virus de manera latente sin presentar síntomas visibles, mientras que aquellas debilitadas por estrés, contaminación o falta de alimento tienen más probabilidades de desarrollar tumores. Este fenómeno ayuda a explicar por qué unas poblaciones muestran más casos que otras y por qué, incluso dentro del mismo grupo, no todos los individuos resultan afectados.
Los estudios en Florida, especialmente en la Indian River Lagoon, han sido fundamentales para comprender esta dinámica. Investigaciones publicadas en 2021 revelaron que Ozobranchus branchiatus estaba fuertemente asociado a tortugas verdes con fibropapilomatosis, mientras que en tortugas cabezonas (Caretta caretta) la correlación era mucho menor.
Esto refuerza la hipótesis de que las tortugas verdes son más susceptibles a la enfermedad, quizá por su biología, su sistema inmunológico o por el tipo de hábitat que ocupan en sus primeras etapas de vida.
De hecho, la mayoría de los casos reportados a nivel global ocurren en juveniles de tortuga verde, lo que sugiere que se trata de una etapa crítica en la que los animales aún no tienen la fortaleza inmunológica de los adultos y pasan mucho tiempo en zonas costeras más contaminadas y cercanas a la actividad humana.
La respuesta local
En el caso de la República Dominicana, la aparición de varios ejemplares en tan poco tiempo y con diferentes grados de severidad confirma que el fenómeno también está presente en nuestras aguas.
En el Acuario Nacional, las tres tortugas rescatadas con vida están siendo estabilizadas. Llegaron débiles, con valores sanguíneos bajos y cubiertas de sanguijuelas. En los próximos días se les practicarán cirugías para remover los tumores más grandes y luego comenzarán un proceso de rehabilitación que puede extenderse por meses antes de que estén listas para volver al mar.
El director técnico del Acuario Nacional, Omar Shamir Reynoso, explicó a Diario Libre que la institución se mantiene en estado de vigilancia para responder a estos eventos, brindar rehabilitación a los animales en los casos más graves y garantizar, en lo posible, una mejor calidad de vida durante su recuperación.
¿Representa un riesgo para los humanos?
Una de las preguntas más frecuentes entre la población es si esta enfermedad puede transmitirse a las personas. La respuesta, según la evidencia científica, es no. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) ha señalado de forma categórica que "las personas no pueden contraer fibropapilomatosis de las tortugas marinas; únicamente las tortugas pueden infectarse con el virus asociado a esta enfermedad".
De igual modo, la biblioteca digital de CABI confirma que esta enfermedad "no es zoonótica". Sin embargo, los expertos recomiendan que, en caso de encontrar una tortuga varada, viva o muerta, no se la manipule sin protección.
Lo más adecuado es contactar de inmediato al Ministerio de Medio Ambiente o al Acuario Nacional, instituciones responsables de atender estos casos. De esta manera se garantiza tanto la seguridad de las personas como el manejo adecuado de los animales.
La fibropapilomatosis en tortugas marinas es un recordatorio de cómo la salud de los ecosistemas y la de las especies que los habitan están íntimamente relacionadas. Comprender el papel de las sanguijuelas, la influencia de factores ambientales y las vulnerabilidades propias de los juveniles es clave para enfrentar este desafío.
Los datos que se recopilen de los varamientos en la República Dominicana, sumados a la experiencia de estudios internacionales, permitirán construir una visión más completa y, sobre todo, orientar estrategias de conservación que den a estas tortugas una oportunidad real de sobrevivir en un océano cada vez más cambiante.