
Para los niños, de origen maya, la vida será muy distinta en Guatemala. Sus familias son de áreas muy rurales donde no siempre tienen acceso a agua, electricidad y aún menos internet.
Andy tiene seis años. Ojos serios, oscuros. Viste vaqueros, sudadera y zapatillas negras. Lleva una mochila y un crucifijo al cuello. En el aeropuerto de Miami, camina de la mano de una adolescente a la que no conoce, rumbo a un país que tampoco conoce: Guatemala.






